La gratificación inmediata

La gratificación inmediata, un gran enemigo del bienestar: “Lo quiero ya, si no es ahora no es nunca”

Vivimos en el mundo de la inmediatez, todo es con prisas, todo es para ya, cuanto antes mejor, donde nos facilitan todo en el menor tiempo posible, donde nos ponemos nerviosos si tenemos que esperar por algo, porque ya aceptamos que la normalidad es PARA YA.

Este mundo con esta dinámica nos ayuda poco a poco a convertirnos en unos grandes “frustradores crónicos”. Situaciones rutinarias como esperar una cola en el supermercado, que internet se caiga unos minutos, un atasco a la hora de ir a trabajar, nos hace entrar en cólera y sentir una gran incomodidad acompañada de rábida y estrés. Es verdad que nuestro día a día está lleno de obligaciones y responsabilidades y que necesitaríamos a veces más hora para poder llegar a hacer todo, pero ¿igual nos estamos pasando un poquito no?

¿Qué es la gratificación inmediata?

Pues como su nombre indica es exactamente eso, la recompensa instantánea, obtener un beneficio, placer o recompensa inmediato.

En un famoso experimento se tomaron a 600 niños entre 3 y 5 años de edad. En el proceso se les situó, uno por uno, dentro de una habitación donde había sobre una mesa, una galleta, una nube o marshmallow, (nombre, el experimento) o un pretzel.

Se le daban dos opciones; comerse en el momento una de las chucherías, pero también podían escoger esperar durante 15 minutos y poder comerse otra más. Los niños que elegían esperar para recibir el doble de “beneficio” usaban diferentes métodos para distraerse y poder aguantar la tentación, como taparse los ojos para no ver las chuches o tirarse de del pelo para mantener su atención en otra cosa.

Según los resultados, solo una minoría decidió comerse la chuchería en el momento, y de todos los que decidieron esperar, más de un 30% lograron completar los 15 minutos y comerse el segundo premio, siendo los mayores de edad, los más capaces.

En estudios posteriores se vio que los niños que mostraron capacidad para controlar sus impulsos demostraron haber tenido muchos menos problemas de conducta durante la adolescencia, tenían una autoestima más alta y mejores relaciones personales. Incluso obtuvieron mejores notas en sus exámenes de acceso a la universidad que los niños que no lograron esperar.

Como adultos, estos niños tuvieron menor tendencia a divorciarse, ocuparon mejores puestos y con mayor sueldo y en general, un mejor estado de salud.

Por contra, los que no pudieron esperar, desarrollaron comportamientos disfuncionales como el abandono temprano del colegio hasta el abuso de sustancias, pasando por embarazos no deseados, condenas por crímenes, agresividad, problemas financieros y sobrepeso.

Como decía antes, vivimos en una sociedad donde el entretenimiento, la comida, el sexo, viajes, el ocio son cuestión de segundos, minutos o pocas horas. Cosas que antes tardaban días y que requerían de esfuerzo y disciplina, ahora las tenemos de forma instantánea y sin esfuerzo.

Esa inmediatez es adictiva. Podríamos pensar que nadie retrasaría tener algo que quiere, algo que desea, o que incluso cree que necesita. Y ahí está el problema, porque la gratificación instantánea nos evita sentir y saber gestionar la frustración, además de generar adicción.

En la actualidad apenas necesitamos esfuerzo para satisfacer casi cualquier necesidad o capricho. Las cosas, los logros pierden su valor, ya que no requieren de esfuerzo y dedicación.

Por un lado, nuestra vida es más cómoda, y no se trata de volver hacia atrás en todo, pero sí de encontrar un término medio y en aprender a controlar nuestros impulsos y tolerar la frustración del “no Yaismo”.

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