El síndrome de la cabaña – El miedo a salir de casa

Actualmente, nos encontramos en el inicio de la desescalada de la pandemia del COVID-19. Y, ahora que se puede salir de casa, por supuesto, con las medidas adecuadas ¿Qué está pasando? Podemos observar que la población se está dividiendo en varios grupos: los que se han echado a la calle sin prudencia ninguna pensando que todo ha pasado, los cuidadosos que cumplen las reglas y se ciñen a la normativa (en mayor o menor medida) y los que han decidido ampliar el confinamiento total de manera voluntaria (¿o personalmente obligatoria?). Este último grupo parece que se rige más por una decisión personal que estatal. También parece que están dominados por el miedo. O por el miedo disfrazado de prudencia. El miedo es más contagioso que el virus. La casuística principal de esta “guerra contra el virus” es que nuestro enemigo ha sido invisible desde el principio. Ni siquiera se sabe con exactitud cuando llegó y además se infravaloró su poder al inicio. Y, además, todavía no tiene vacuna. Una de las características, a tener en cuenta, de esta situación es que al no poder ver al enemigo, ni las personas, ni los lugares de confianza donde antes nos sentíamos protegidos pueden ofrecernos seguridad. Y la falta de seguridad genera mucha incertidumbre. Y, para luchar contra esta incertidumbre y sensación de vulnerabilidad tan incómoda, parece que la mejor decisión es quedarnos en el único sitio donde sabemos que hemos estado protegidos estos últimos meses. Nuestra casa.

¿Qué es? ¿Cómo lo superamos?

Es importante dejar claro que el síndrome de la cabaña no se trata de una patología. Ni del inicio de una futura enfermedad mental. Simplemente, es el miedo a volver a salir a la calle tras estar un tiempo sin hacerlo. Se trata de un estado emocional y mental que puede producirse tras un tiempo de encierro forzoso. Los motivos por los que podemos padecer este síndrome son,

precisamente, por una de las características del enemigo que tenemos ante nosotros. Como indicábamos antes, es un virus y, por tanto, no podemos verlo, ni tocarlo… ni siquiera podemos saber el momento exacto en el que nos estamos contagiando. Además, la sobreexposición a las noticias aumenta esta sensación de vulnerabilidad.

Resulta curioso que todos los mensajes que nos hemos estado dando para convencernos de quedarnos en casa estos dos largos meses ahora se nos pueden volver en contra. Lo que antes nos ayudaba a quedarnos en casa ahora es, precisamente, lo que nos impide salir de ella. Tenemos que tomárnoslo con calma y, tener en cuenta, que la sensación de malestar o de “situación extraña” que sentimos cuando salimos a la calle es debida a la situación que estamos padeciendo. Es importante no dejarnos controlar por el miedo sino utilizarlo, en su justa medida, para ser lo más precavidos posible. Tendremos que, poco a poco, ir retomando la vida cotidiana. A pesar de todo lo anteriormente indicado y sin olvidaros que es un síndrome pasajero, si consideras que la vuelta a la normalidad se te está haciendo más complicada y está empezando a afectar a tu normalidad, no dudes en contactar con un especialista.

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